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No sé tú, pero son muy pocas veces que me río cuando leo un texto de filosofía. Una excepción es El discurso sobre el origen de la desigualdad de Jean Jacques Rousseau. En una parte del escrito pregunta por la diferencia entre los animales y los seres humanos. No responde, como Aristóteles, que los humanos son racionales, sino que son libres y que tienen la capacidad de perfeccionarse. Dice, “ . . . un animal es al cabo de algunos meses lo mismo que será toda su vida, y su especie será después de mil años la que era el primero. ¿Por qué únicamente el hombre está sujeto a degenerarse en imbécil?” Eso de imbécil es chistoso en parte porque nos creemos superiores a los animales, pero lo que dice Rousseau es verdad. Los animales no son ni buenos ni malos, ni genios ni imbéciles. Simplemente son lo que la naturaleza dicta que sean. Los humanos comparten el lado animal pero también lo transcienden. No tenemos que someternos totalmente a los dictados de la naturaleza sino que podemos forjar libremente el camino de nuestra vida. Lamentablemente, para Rousseau, la gran mayoría sacan muy poco provecho de su libertad y muchos se convierten en imbéciles. 

En los antiguos griegos y luego en el cristianismo se hablaba de una gran cadena del ser en la que el hombre se situaba entre lo divino y lo puramente físico y animal. Dios está hasta arriba, luego los ángeles, los demonios, el hombre, animales, plantas, y como final minerales. En el límite inferior se tiene el no-ser y hasta arriba la plenitud del ser. El hombre, entre los animales y los ángeles, ocupa un lugar privilegiado porque comparte la naturaleza de los dos. Debido a su libertad puede inclinarse más hacia el lado espiritual o más hacia el lado físico/animal. Vemos esta relación de los seres en esta imagen de 1617 y también en la 

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representación de los chakras del hinduismo que simbolizan los posibles niveles de manifestación de la vida humana. 

Nietzsche habló de la misma idea en Así habló Zaratustra. Ahí compara el hombre y su condición con una cuerda floja extendida sobre un abismo entre la condición animal por un lado y el Übermensch, o superhombre, por el otro. Esta imagen es maravillosa porque muestra muy bien el riesgo que implica transitar una vida verdaderamente humana. La mayoría prefieren quedarse en tierra firma, en condición de animal. Pero para los que enfrentan el abismo la grandeza espiritual les espera. Lo que dice Nietzsche sobre el volatinero es mucho más detallado y complejo pero el punto es que muchos filósofos, desde Platón hasta Sartre, han tratado la naturaleza indeterminada de la vida humana y las posibilidades de transformación que están a su alcance. No voy a hablar aquí de todo lo que han dicho aunque posteriormente espero hacer unos vídeos al respecto. Más bien quiero usar este tema como punto de partida para plantear lo que de forma un tanto pretenciosa llamaría mi pequeña teoría sobre el sentido de la vida. 

Esta pregunta es muy antigua y la gran mayoría de la gente, sean filósofos o no, la han hecho en algún momento. Acabo de buscarlo en Yahoo en su sección de preguntas y respuestas. Muchos han hecho la pregunta y muchos han respondido. Algunos dicen “conocer a Dios”, otros “amar”, “ser feliz”, “hacer el bien”. Otros, por supuesto, son más cínicos. Y yo, ¿qué digo? “El sentido de la vida es ____ .” La verdad no sé y ni siquiera sé si se puede responder de esa forma proposicional. En vez de llenar el vacío con una respuesta, quisiera preguntar por el propio sentido de la pregunta. ¿Por qué surge la pregunta? Supongo que podría plantearse de forma desinteresada como por 

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ejemplo cuando en filosofía preguntamos por la relación entre materia y forma. Pero se me hace que surge en un contexto más existencial o vital. La persona que hace la pregunta no está pidiendo la definición o función del hombre o de la vida, tal como un botánico haría con respecto a una planta. Lo que busca no es SABER una respuesta sino TENER una experiencia de estar vivo, de vivir plenamente, con sentido. Obviamente, al hacer la pregunta no se siente vivo, su vida no tiene sentido. Es como si su vida fuera una frase musical cuyas notas tuvieran muy poca relación tonal entre sí, como esto. Quizá el sentido de la vida consista en tener su diferentes elementos arreglados y unidos entre sí de tal forma que imparta una simple cualidad positiva. ¿Cómo escuchar o sentir la vida como una sinfonía, como algo que a su largo y ancho está bañado de propósito y sentido? 

Mi intento de una respuesta empieza volviendo a las plantas. Hagamos la siguiente pregunta: ¿Qué es el sentido de la vida para una planta? Obviamente, la vida de las plantas no tiene un sentido como tal. Preguntaríamos más bien por su “función” o “fin”. ¿Qué hacen las plantas, cuál es su función? Pues yo no soy botánico pero creo que en general podríamos decir que las plantas crecen, logran a tener cierto tamaño y forma propios de su especie, a tener cierto color como el verde, y a fotosintetizar. Los antiguos griegos hacían este tipo de pregunta muy seguido. Todo tiene una función, sea una planta, un martillo, o incluso la psique humana. Pero no preguntaban sólo por la función sino también por las virtudes (en griego “arete”) necesarias para que cada cosa lograba su fin, para que podía funcionar. Arete significa poder o excelencia. En el caso de un martillo, por ejemplo, las virtudes que necesita son una cabeza dura y un 

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mango que uno puede agarrar bien. ¿Y la planta? Pues hay ciertas condiciones que requiere, como agua y tierra, pero para poder hacer la fotosíntesis requiere de un poder o virtud que los biólogos llaman heliotropismo. “Helio” significa sol y “tropos” girar. Los girasoles son famosos por hacerlo y de hecho por eso se llaman así, porque giran hacia el sol. Si no tuvieran ese poder no podrían funcionar o al menos no hacer bien su trabajo de fotosíntesis. 

Como comenté, los antiguos griegos preguntaban por la función de muchas cosas, incluso la psique humana. En el sentido más básico, la función del humano para ellos era simplemente vivir, pero como dice Sócrates en el Critón, no simplemente vivir sino vivir bien. Volviendo a la planta, podemos distinguir entre una planta que apenas vive y una que vive o funciona bien. Pero no lo es tan fácil con la vida humana. Sea como sea el contenido de una buena vida humana, la virtud que Sócrates decía que uno necesitaba para vivir bien era la justicia, por la que entendió cierta relación jerárquica entre las diferentes partes del alma. Aquí no voy a discutir ese gran tema de La república de Platón sino tratar de aportar algo yo. 

Empecé preguntando por el sentido de la vida de una planta porque me resulta sugerente, desde un punto de vista metafórico, esa capacidad de las plantas de girar hacia el sol, el heliotropismo. Es una habilidad básica y muy importante sin la cual no podrían funcionar bien. Sea lo que sea la buena vida para los seres humanos, creo que requieren de un poder semejante. En el caso de los humanos no es el heliotropismo sino la admiración. Detengámonos un momento en el significado etimológico de esta palabra. Viene de la raíz latina “mirari” que significa “maravillarse” y el prefijo “ad” que 

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significa “hacia”. Entonces cuando admiras algo te maravillas de esa cosa. Como la flor que gira hacia el sol para buscar su sustento, el ser humano tiene que buscar su sustento. Lo que necesita es un ejemplo, un modelo a seguir. El mecanismo que usa para encontrar el modelo es la capacidad de admirar, de sentirse maravillado de algo o alguien. 

¿Te acuerdas lo que dijo Rousseau sobre los animales? “Un animal es al cabo de algunos meses lo mismo que será toda su vida.” Además, ya viene instalado de fábrica el aparato instintivo que necesitará para sobrevivir. A los dos o tres meses la cría abandona sus papás y va por su cuenta y hace su propia familia. El ser humano no. Dependemos mucho y durante bastante tiempo de nuestros padres. Ellos tienen que enseñarnos en mayor parte lo que necesitamos para vivir. Esta capacidad de cambio o formación o lo que Rousseau llamó perfeccionamiento es lo que explica la relativa variabilidad en la conducta humana, el hecho de que la vida puede vivirse no sólo de forma simplemente mala y buena como en las plantas sino mala y buena de muchas formas. Hay muchos ejemplos en la historia socio-cultural de la humanidad, desde imbéciles hasta héroes. La flor, al girarse hacia el sol, siempre recibe lo que necesita para florecer, pero el humano al admirar, no. Puede que se fije en un mal modelo, en alguien que tiene un atractivo superficial pero que por dentro está viciado. Es por eso, como decía Aristóteles, que la dirección de los padres de uno, y los demás que influyen en él como maestros, amigos, etc., sea tan importante. Son ellos los que siembran las posibilidades del futuro de uno. En mi caso no fue tanto una persona como un sistema universitario que, en el tercer año de mi estudio de la carrera de biología (es que quería ser médico) me obligó a tomar un curso de filosofía. 

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Nadie pudo haberlo predijo, pero a lo largo de ese curso salió el sol más brillante y de forma casi automática giré hacia él. Estaba yo maravillado. A mí me gusta la ciencia y creo que habría sido buen médico, pero en la figura de Sócrates encontré mi modelo. 

¿Qué es el sentido de la vida? No sé. Sólo sé que la vida es significativa cuando uno la vive maravillado. 


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